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14 de junio 2020
Por: José Francisco Peña Guaba
Hay características propias de los dominicanos que se practican desde tiempos inmemoriales. Sin importar las nuevas realidades, dichas características no cambian, como evidencia el hecho de que todos los integrantes de gobiernos con un largo ejercicio gubernamental, buscaron la forma de bajar del poder sin complicaciones. Para no irnos tan atrás en la historia, vamos a tomar como experiencia los últimos 100 años. Rápidamente se verá que Trujillo fue un protegido de Horacio Vásquez y que, al salir éste en 1930, el generalísimo no le persiguió. Claro está, el expresidente tuvo que retirarse del activismo político.
Los trujillistas, tras el ajusticiamiento del tirano, necesitaron buscar un mecanismo para garantizar la impunidad, conscientes de los hechos deleznables cometidos durante la “Era del jefe” y en la certeza de que tenían contradicciones insalvables con los partidarios de la Unión Cívica Nacional, liderados por Viriato Fiallo. Así que, asumieron la política de borrón y cuenta nueva del Prof. Bosch, consiguiendo éste granjearse el apoyo mayoritario de los seguidores del generalísimo que, de un modo u otro, con eso lograron guarecerse políticamente, si bien poco después conspiraron y dieron al traste con el proyecto democrático más importante después del ajusticiamiento del sátrapa.
Llegó el Dr. Joaquín Balaguer al poder en 1966, heredero del régimen trujillista. Se mantuvo en el poder 12 años pero, en el 1978, para que entregara “pacíficamente” el gobierno hubo que darle el control del Senado, que designaba todos los jueces del país, esto es, entregarle el Poder Judicial. Esta acción, que se logró con el llamado “gacetazo”, más temprano que tarde fue aceptada por las partes en conflicto. Los reformistas lograron con ello garantizar su libertad, lo que les permitió retornar al poder en apenas 8 años, en 1986, para mantenerse en el poder el insigne hijo de Navarrete. Hubo que hacer fraudes y maniobras tácticas en el 1990 para ganarle las elecciones al Prof. Juan Bosch y en el 1994, desesperados ante el triunfo inminente del Dr. Peña Gómez, hicieron un fraude tan colosal que estuvimos muy cerca de una nueva cruenta guerra civil que evitó el líder perredeista para no llenar de sangre las calles de la República, como ocurrió en el 1965 durante y después de la Revolución de Abril.
En 1996 el Balaguerismo prefirió entregar el poder al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) antes que entregárselo al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), su archirrival.
Se trata de una constaste histórica: nadie que haya gobernado mucho tiempo entrega el poder tan fácilmente, mucho menos para que lo persigan y terminar en la cárcel.
Nosotros los opositores, viejos y nuevos, actuamos con ingenuidad si pensamos que el PLD va a entregar el poder en un ejercicio de limpieza y pulcritud democrática. Esta pantomima de democracia en que vivimos no tiene madurez ni bases institucionales firmes. El sistema presidencialista hace al mandatario de turno un rey sin corona, que tiene concentrado en sus manos todo el poder público.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) y, en menor medida, la Fuerza del Pueblo, no han medido el poder real no del PLD sino del gobierno: aquí no se está enfrentando a una organización política, aquí se está enfrentado a todo el aparato estatal, con la dicha para ellos que les ha tocado administrar la crisis de la pandemia del Covid 19.
No existían condiciones materiales para realizar unas elecciones mínimamente democráticas dentro de esta crisis sanitaria, y todos lo sabíamos; nos dejamos arrastrar por el deseo enorme de nuestra militancia de salir de la cúpula palaciega, no advertimos los cambios que se están produciendo en el electorado: los votos de simpatía los tiene la oposición pero, los votos de los empleos, de la dádiva, de la necesidad y el hambre lo tendrá el PLD.
El gobierno no está solo en esto, tiene a los más altos empresarios-oligarcas del país operando para ellos. Y es que la alianza público-privada que han hecho, les ha generado frutos y están decididos a todo, menos entregar el poder. Quien lo dude solo tiene que tomar apuntes del memorial de agravios realizados contra el que los llevó ahí, contra el Doctor Leonel Fernández, todo lo que se está haciendo y todo lo que se hará para tratar de dar el sorpasso el 5 de julio.
Es una ingenuidad pensar que ellos se entregarían, que vivimos en una democracia plena –cuando, en realidad, aquí existe un gobierno fuerte con un partido hegemónico, que controla todos los poderes públicos y que tiene todo el dinero necesario para aplastar cualquier disidencia interna y cualquier protesta de contrarios–. Despertar de ese sueño optimista es actuar con madurez.
Llamar a un gobierno compartido de unidad nacional es la única solución, y en segunda vuelta ejecutar los planteamientos del mismo. Para ello se han de definir los roles y deben ganar credibilidad los líderes entre todos los actores del sistema de partidos. Ningún bloque puede enfrentar el poder del gobierno de manera unilateral.
Actúen como Peña Gómez en el 1974, con el Acuerdo de Santiago, que unificó a los líderes de los sectores en pugna de 1965, o como en el 1978, cuando unificó a todas las fuerzas internas y externas del PRD más un inmenso apoyo internacional.
Dejen de estar como niños traviesos que se pelean por los asientos de las puertas de un carro que todavía sus padres no han comprado o repartiéndose los cargos de un gobierno inexistente, creyéndose ganadores de unas elecciones en las que todavía no se ha contado el primer voto.
De igual manera les digo que, aunque se una toda la oposición, habrá que acordar con el PLD y con Danilo porque tendremos que actuar con suma prudencia para evitar una crisis que se lleve de paso lo que nos queda de democracia.
Este juego no es para insensatos ni para aquellos que, sin experiencia, todo lo quieren. Subestimar el poder del gobierno es actuar de manera infantil, porque cuando nos toque hacer inventario de qué tenemos cada sector para ir a la refriega, nos daremos cuenta que nos llevan tanta y tanta ventaja, que en términos logísticos seria casi un suicidio ir a la guerra en medio de circunstancias tan adversas.
Lo menos que tengo es miedo. Ni siquiera pesimismo. A los pragmáticos y realistas muchos nos llaman cobardes, ¡que equivocados están los que así piensan! Es todo lo contrario, soñamos durante demasiado tiempo, quisimos hacer realidad utopías, ganamos batallas de ánimo sin cobrar victorias pero, de tanto perder aprendimos a ganar, manteniendo ilusiones pero contando realidades, para saber cuántos pertrechos nos quedan para la contienda.
Ante la obstinación de la cúpula palaciega de imponer a su delfín presidencial, si eventualmente lograra impedir que Leonel fuera el candidato, como quiere la base del PLD y la mayoría del pueblo, entonces me inclino y aquí lo hago público, por la unificación de la oposición, realizando un acuerdo total para ejecutarse con posterioridad a la primera vuelta, esto es, un acuerdo que permita ganar la segunda. Pero para eso se necesitan oficiales preparados en el arte de la guerra, dispuestos a pelear pero, también a hacer concesiones a los adversarios para contribuir a la paz, que es más importante que los logros que por la fuerza podamos obtener.
Al final sería lo sensato porque ellos representarán una parte importante del electorado y que ellos se quieran proteger es algo que hay que verlo como normal, esos son los gajes de la política nuestra. Quienes se mueven solo por el odio y la sed de venganza pondrán muros para llegar al objetivo principal, lo único que conseguirán será radicalizar a los contrarios.
La nación necesita hoy a estadistas, no a políticos rencorosos que prefieren ser carceleros de sus contradictores a ser gobernantes justos de la mayoría de su pueblo.
Hay que enfrentar con ahínco el destino que nos espera, con inteligencia, con reconocimiento al papel que le toque a cada quien pero, sobre todo, con criterio realista, porque en este momento no hay espacio para sueños: inevitablemente habrá una segunda vuelta electoral, preparémonos para ella no importando los resultados de la primera, que de hecho no serán del todo halagüeños para la oposición. Usemos nuestros mejores y más experimentados hombres, callemos a aquellos que quieren utilizar la amenaza como arma para crear temor, que en nada hoy nos beneficia; hagamos un reconocimiento del terreno y busquemos soluciones prácticas y armoniosas, que nosotros no ganamos nada con el mal de nadie sino con procurar el bienestar y la alegría del pueblo, ese debe ser nuestro Norte.
Asumamos dos enseñanzas de General Sun Tzu, estratega militar y filósofo chino que expreso, primero: “Hay que comparar cuidadosamente el ejército opositor con el propio para saber dónde la fuerza es superabundante y donde deficiente” y segundo, que “un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después.”