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Por Darío Nin
Santo Domingo 14 de diciembre 2021
¿Quieres ser la cabeza o el cuerpo? La mutua sumisión es lo que salvara tu hogar
La vida cristiana ha de ser fácil, pero llevarla sin ser convertido es sumamente difícil. Y más difícil aun ha de ser estar dentro de una iglesia sin estar articulado con esta. Ser un apéndice que aún no ha descubierto su utilidad se convierte en una carga para el resto del cuerpo y una constante fuente de cuestionamiento de quien asi se siente sobre si mismo: “por qué y para qué estoy aquí”.
En una relación de pareja (y hablo en una relación de pareja hombre y mujer, sexo masculino y femenino), para que esta pueda conformar una familia tradicional, madre, padre e hijos que tengan amor por ellos y aspiren a una convivencia duradera, a un para “siempre”. Ha de necesitar como elemento sine qua non, el principio de la mutua sumisión.
Entre la pareja, esposo a la esposa, esposa a esposo, hijo a los padres, padres a los hijos. El mando vertical; creo, y digo creo, porque sé que, si lo afirmo de hecho, traigo inmediata oposición, pero en mi “creo” usted puede no estar de acuerdo, pero debe respetármelo. No funciona (el mando vertical) por lo menos con efecto o consecuencias de convencimiento.
Se puede lograr algún efecto, pero el efecto dictatorial. Hay “orden y paz”, pero tipo sepulcro por fuera limpio, pero por dentro….
Este mando y su imperio, es un volcán apagado o dormido, que en cualquier momento, tarde o temprano, hace erupción. ¡Y qué tipo de erupción! Es una erupción catastrófica que destruye todo lo creado a su paso.
Una de las críticas que recibe la Santa Palabra por parte de núcleos diversos es el hecho de que pone al hombre como cabeza de familia.
En el capítulo 5 versículo 23 de la Carta a los Efesios encontramos una expresión muy usada, pero a mi juicio muy mal interpretada: “Porque el esposo es cabeza de la mujer…”
Para entender ese texto debemos ver el contexto en que se expresa. El título es “la mutua sumisión”.
La mutua sumisión es la “panacea” que solucionaría todo el mal en la convivencia de pareja. Si asi como lo oyen. Pero la mutua sumisión en el temor de Dios. Buscando primero su presencia en nuestra vida, su dirección y completa guía.
Ese es el mandando cultivar la mutua sumisión en el poder de Dios “ cultiven la mutua sumisión en el temor de Dios”(Ef 5: 21).
Es aconsejable que antes de usar la expresión se lea todo el texto de Efesios 5 desde el 21 al 33.
Para que no tengan que ir a buscar la Biblia aquí lo reproducimos íntegro “Cultiven entre ustedes la mutua sumisión en el temor de Dios. Ustedes, las casadas, honren a sus propios esposos como honran al Señor; porque el esposo es la cabeza de la mujer, así como cristo es la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su salvador.
Así como la iglesia honra a Cristo, así tambien las casadas deben honrar a sus esposos en todo.
Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó así mismo por ella, para santificarla. El la purifico en el levantamiento del agua por la palabra, afín de presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, santa e intachable sin mancha ni arruga, ni nada semejante. Asi tambien los esposos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo.
Nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como lo hace Cristo con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y los dos serán un solo ser.
Grande es este misterio; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
Por lo demás, cada uno de ustedes ame tambien a su esposa como a sí mismo; y ustedes, las esposas, honren a sus esposos.
Pienso que para entender este mandato debemos dar una mirada a profundidad a algunos elementos del mandato.
Una sugerencia: tomemos la figura de un ser; visualicemos al hombre mismo. ¿Puede tener vida la cabeza sin el cuerpo? ¿Podría el hombre vivir sin cuerpo, podría la mujer vivir sin cabeza? (estoy hablando literalmente).
No; en lo absoluto, por lo tanto, la figura empleada lo que busca es decirnos que ninguno es más importante que el otro. Para vivir, ambos son absolutamente necesarios e imprescindibles. Si faltare uno no habría vida, la muerte sería irremediable.
En un llamado al hombre en la segunda oración del verso 28 afirma: “El que ama a su esposa se ama a sí mismo”, para reafirmar: “Nadie ha odiado jamás a su cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida como lo hace Cristo con la Iglesia.
“…se unirá a su mujer y los dos serán un solo ser…amen a sus esposas como a sí mismos y ustedes las esposas honren a sus esposos.”
Despues de estos no hay duda alguna que el más importante es el ser que se constituye con los dos y esta cohesión se logra por la mutua sumisión yo para ti y tú para mí. Y llegará la luz en Cristo Jesús.
Hasta la próxima.
Darío Nin