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Por Darío Nin
27 de marzo 2022
El 21 de noviembre del 2011, envié a los medios digitales para los que escribía entonces, este artículo que por considerarlo con vigencia permanente lo reproduzco en el 2022.
No es fácil hablar de integridad, pués antes de atrevernos a lanzar piedras, debemos examinar nuestro techo.
Estoy recopilando algunos contenidos para armar un taller que pretendo titular “A la siembra de integridad” del que espero tener las competencias para sembrar y buenas tierras para ser sembradas.
Bien…, en la misión anunciada recordé el escrito que ya he anunciado y que reproduzco a continuación:
“UN EXAMEN DE INTEGRIDAD; CUANDO CIEN ES CERO Y CERO ES CIEN.”
“Endocrinología fue la materia, sus temas enredados y difíciles de recordar; hacían presumir que a la mayoría no nos iría bien en el examen final.
El hecho sucedió mientras unos veintiocho profesionales, cursábamos maestría en Sexualidad Humana y Terapia de Pareja en el Instituto de Sexualidad Humana de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Llegó el día del examen, la mayoría se afanaba por recordar nombres como gonadotropinas, Oxitocina, Tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), Glucagón, adrenalina y noradrenalina, alocorticoides (aldosterona). Y, para qué seguirles contando.
Déjeme decirles que habían varios médicos en el grupo, estos estaban más familiarizados con los usos de los términos; aunque no todos los dominaban al cien por ciento, los demás éramos psicólogos y en mi caso abogado enganchado a psicólogo.
El examen llegó como todos lo esperábamos; cargado de términos y definiciones difíciles de recordar con precisión. Todos estábamos “exprimiéndonos el cerebro”, de repente el profesor abandona el aula y “se pierde no se donde o adonde”, por más de veinte minutos.
¡Bingo! Esa ausencia fue aprovechada por la mayoría para hacer lo que se suele hacer en esas oportunidades, en donde se dio la coincidencia perfecta; la dificultad de examen y la ausencia momentánea del profesor para supervisar la ejecución del mismo.
Que me perdonen mis compañeros por la indiscreción, pero… “Si no lo cuento me muero”, como dijo el hombre aquel. Bien, el tiempo de ausencia del profesor, fue suficiente para preguntar, abrir folletos, leer los término y hasta copiarlos literalmente (copyright como diría Agripina; mi otrora profesora de didáctica de la pasada Escuela Normal Félix E. Mejía).
Todo apuntaba que el examen difícil de pasar, sería “un clavo pasao”, debo ser justo y decir que más de uno, se conformó sólo con poner lo que sabía; que no se aprovechó de la ausencia para copiar respuestas o preguntar a sus compañeros.
No recuerdo la forma exacta en que se detectó que el profesor regresaba, para que casi todos como con la inercia volviera a su posición inicial, salvo algunos que aún en su presencia seguían invadiendo verbal y visualmente el trabajo del otro. Nada impropio o ajeno a lo que sucede en casi todos las ejecuciones de exámenes.
Llegó la hora de entregar, todos acudimos a la invitación frente a la sentencia de: !Se acabó el tiempo! Y la petición de que: “entreguen por favor”.
Después de entregarlos, el profesor repartió los exámenes entre los estudiantes para que sean unos los que corrijan a los otros, con un examen que el profesor tomó como modelo y cuyas respuestas correctas completaba desde su escritorio.
El resultado final fue, que la mayoría obtuvo excelentes notas en la ejecución de examen, de 95 para arriba, sólo unos pocos obtuvieron menos de 80; tres o cuatro; sin embargo el anuncio del profesor sobre quienes habían pasado el examen vino en sentido contrario a la nota.
El profesor anuncio, que sólo tres o cuatro habían pasado el examen.
¿Cómo es posible profesor, yo saque 95. Dijo más de uno, ¿Cómo que no lo pasé?
Sí, es verdad, usted sacó esa nota en el contenido del examen, pero la nota no la determina el contenido, sino la honestidad de la ejecución.
¡El examen era sobre honestidad! Y la mayoría lo reprobó, pero no se preocupen: Agregó el profesor.
Todos han pasado la materia, el contenido que tenían que saber ya fue discutido y lo que tenían que saber sobre ellos en la ejecución de lo que ustedes tienen que hacer ya lo tienen.
No sé como quedó el corazón y la conciencia la mayoría, los míos, quedaron tranquilos y satisfechos. ¿Qué hubiese hecho usted? Hasta la próxima”
He aquí un examen en donde cien es cero y cero es cien. Un examen de integridad. Un examen que nos hace la vida a cada instante y yo pregunto; ¿Con que calificaciones lo estamos pasando?