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Cómo la gracia lo transforma todo
Si confiamos en Cristo como Salvador, Dios nos salvará, haciéndonos sus hijos para siempre.
28 de noviembre de 2022
Sin Dios no tenemos esperanza. Nacemos con una naturaleza carnal y seguimos pecando durante toda la vida. El castigo por el pecado es la muerte y la separación eterna de Dios. Nadie está exento de esta verdad bíblica, y no hay nada que podamos hacer para cambiar la situación. Entonces aparece la gracia de Dios, su favor inmerecido para con nosotros.
Considere al apóstol Pablo, quien persiguió a cualquiera que proclamara el nombre de Jesucristo. Jugó un papel importante en la violencia dirigida a los cristianos y, según sus propias palabras, era el “primero” de los pecadores (1 Ti 1.15). Nada de lo que hizo merecía la tierna preocupación de Dios. Pero el Señor lo transformó por amor en un hombre que se dedicó a compartir el mensaje del evangelio. La vida de Pablo ilustra de manera hermosa la gracia de Dios.
La salvación es posible solo por la gracia; ya que no podemos hacer suficientes buenas obras para ganarnos nuestro propio camino al cielo. Aquel que recibió el castigo por nuestro pecado merece todo el crédito por nuestra redención. Y, a Dios gracias, no hay transgresión demasiado grande para Él. No podemos añadir nada a su acto de expiación; lo único que podemos hacer es recibir este regalo. Si confiamos en Cristo como Salvador, Dios nos salvará, haciéndonos sus hijos para siempre.
Tomado de:https://www.encontacto.org/lea/devocionales-diarios
Dan/Sfd
El ministerio de Pablo
12 Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, 13 habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. 14 Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. 15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 16 Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. 17 Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.