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Para vencer los celos
Sométase a Dios, resista al diablo, confiese que es un pecado, y aléjese de la tentación de la comparación.
Lo que podría empezar como una pequeña comparación entre nuestra vida y la de otra persona, puede salirse de control con facilidad. La envidia es como una bola de nieve que se vuelve cada vez más grande, y sus consecuencias pueden ser espiritualmente devastadoras.
Los celos llenan el corazón de descontento, ansiedad y amargura, distorsionando nuestros pensamientos, hasta que es casi imposible mantener el plan de Dios a la vista. Nuestro enfoque se fija en lo que no tenemos, lo cual nos lleva por el camino paralizante del resentimiento hacia los demás que tienen el objeto o el atributo que nosotros deseamos.
Además, los celos deshonran al Señor y, de hecho, son pecaminosos. Santiago dice que son de origen demoníaco, que causan desorden y conducen a todo tipo de mal (Stg 3.15, 16). Y Pablo los menciona como una de las obras de la carne (Ga 5.19, 20). La actitud equivale a encontrar fallas en Dios, afirmando que merecemos lo que otra persona tiene, y acusándolo de negarnos la mejor bendición.
Si usted descubre evidencias de celos en su vida, siga los pasos de Santiago 4.7-10. Sométase a Dios, resista al diablo, confiese que es un pecado, y aléjese de la tentación de la comparación. Concéntrese en la bondad de Dios, y confíe en que el plan que Él tiene para su vida es el mejor.
Tomado de:https://www.encontacto.org/lea/devocionales-diarios
14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.