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El Señor de nuestra vida
Ninguno de nosotros puede obedecer a Cristo por completo, pero una vez que nacemos de nuevo, someternos a Él debe ser el deseo de nuestro corazón.
La palabra Señor no debe usarse impulsivamente. Es inaceptable hablar de Cristo como Señor en nuestras conversaciones y oraciones, pero luego contradecir la afirmación desafiando su voluntad y su Palabra. Muchos creyentes tal vez piensen que esa declaración no se aplica a ellos. Pero todos deberíamos darnos cuenta de que la resistencia puede ser sutil, tal vez al calificar nuestra obediencia con condiciones como: “Obedeceré al Señor si…” o “Quiero hacer lo correcto, pero…”.
Cuando Cristo es identificado como Señor en la Biblia, significa que es el gobernante soberano sobre la vida y toda la creación. Cuando afirmamos que es nuestro Señor, estamos dando por seguro que es nuestro Salvador y Maestro, lo que significa que nos sometemos a Él en todas las cosas. Si damos fe de esto verbalmente, pero en realidad no hacemos lo que dice, ¿lo estamos honrando en realidad?
Ninguno de nosotros puede obedecer a Cristo por completo, pero una vez que nacemos de nuevo, someternos a Él debe ser el deseo de nuestro corazón y nuestra práctica. Después de todo, Él nos compró con su preciosa sangre y ahora gobierna sobre nosotros para nuestro bien. Por tanto, nuestras vidas deben caracterizarse por la obediencia a nuestro Señor porque somos suyos.
Tomado:https://www.encontacto.org/lea/devocionales-diarios
Dan/Sfd
Los dos cimientos
(Mt. 7.24-27)
46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? 47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. 48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. 49 Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.