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Libres para vivir
Podemos superar nuestros pecados al confiar en que el Señor suplirá nuestras necesidades y nos fortalecerá.
Aunque Cristo ha liberado a los creyentes de la condenación del pecado, dejar de pecar sigue siendo difícil. Todos podemos identificarnos con la lucha de Pablo en Romanos 7, ya que también podemos sentirnos esclavizados a acciones o actitudes pecaminosas. Entonces, ¿cómo puede disfrutar de la libertad que Cristo ha ganado para usted?
PRIMERO, RECONOZCA QUE SU PROBLEMA ES ESPIRITUAL. Cuando usted aceptó a Cristo como su Salvador, recibió una nueva naturaleza creada en la justicia, la santidad y la verdad, pero aún vive en un cuerpo inclinado hacia el pecado, de allí la razón por la cual siente un conflicto interno.
SEGUNDO, EXAMINE SUS DESEOS. Pregúntese: ¿por qué me deleito en mi pecado hasta el punto de ser dominado por la tentación?
TERCERO, CLAME AL SEÑOR POR AYUDA. Llene su mente con la verdad bíblica. Crea de corazón que el Espíritu Santo le capacitará para rechazar cualquier deseo pecaminoso y andar en obediencia a Dios.
El Señor le está liberando progresivamente del poder del pecado. Aunque usted siempre luchará con él hasta cierto punto en esta vida, el resultado es seguro. Después de la muerte o cuando Cristo regrese, será libre del pecado por completo y nunca más volverá a batallar con él.
Biblia en un año: Levítico 17-20
Tomado de:https://www.encontacto.org/lea/devocionales-diarios
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado
Dan/Sfd