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El llamado de Dios al arrepentimiento genuino
Cuando el deseo de nuestro corazón es agradar a nuestro Padre celestial, es cuando experimentamos sanidad.
En la cocina hay un tarro lleno de galletas, y Carlitos, de 6 años, está decidido a tomar una. Cuando su madre entra, lo encuentra, con un brazo todavía en el tarro, masticando con rapidez. Lo primero que él dice es: “Lo lamento”. Es obvio que lamenta que lo hayan pillado, y no está contento con el castigo que pudiera recibir, pero quizás no esté arrepentido de haberse comido las galletas.
Los creyentes a veces enfocamos la confesión y el arrepentimiento de la misma manera. El dolor suele acompañar la admisión de culpa, y los sentimientos de vergüenza y remordimiento son etiquetados como arrepentimiento. Sin embargo, con frecuencia nuestro arrepentimiento es superficial. Estamos tristes por las consecuencias de nuestros actos y disgustados por no haber estado a la altura de nuestros propios estándares de buen comportamiento. Pero el arrepentimiento genuino va más allá del autorreproche; implica un sentimiento de dolor por haber agraviado a Dios al pecar contra Él.
Nuestro anhelo debe ser agradar a nuestro Padre celestial, no contristarlo. Por eso, el verdadero arrepentimiento nos lleva a dejar el pecado y a practicar la obediencia. Cuando nos humillamos y nos arrepentimos de verdad, el Espíritu Santo derrama su poder y su fuerza en nosotros para que vivamos apartados del pecado y en obediencia a nuestro Señor.
Biblia en un año: Josué 4-6
Tomado de:https://www.encontacto.org/lea/devocionales-diarios
8 Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. 9 Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. 10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. 11 Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.
Dan/Sfd