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¿Qué implica obedecer a Dios?
La total obediencia solo es posible por medio del poder del Espíritu Santo.
En el primer capítulo del libro de Daniel, aprendemos que el joven está comprometido con la obediencia. La Biblia dice que Daniel “tomó una decisión” y la siguió con éxito. Pero cualquier cristiano podría decirle que la obediencia no es simple ni fácil.
Obediencia significa hacer lo que Dios dice en el momento, y de la manera que dice que se haga. Para obedecer, debemos saber lo que le agrada al Señor, lo cual requiere que leamos y nos familiaricemos con las Sagradas Escrituras. Luego confiemos en la ayuda del Espíritu Santo para entender la Palabra de Dios y darnos dirección. Por lo general, esos son los momentos en que surgen las pruebas.
A menudo, nos sentimos tentados a ir en otra dirección o a obedecer a medias. Ninguno de nosotros es perfecto, así que habrá ocasiones en las que fracasaremos y terminaremos pecando (Ro 3.23). Sin embargo, lo importante es que volvamos a Dios. En esos momentos, podemos usar la oración del rey David como guía: “Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal 51.10). Recuerde que, en última instancia, el objetivo de la obediencia es permanecer cerca de Dios, sin importar cuántos errores cometamos.
Tomado de:https://www.encontacto.org/lea/devocionales-diarios
3 Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, 4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. 5 Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. 6 Entre estos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. 7 A estos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
8 Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. 9 Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; 10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. 11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: 12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. 13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. 14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. 15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. 16 Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
Dan/Sfd