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Por Virgilio Malagón
II-Trasfondo Histórico:
A partir de 1985, la cultura de la lectura, que es el pilar de sostén para poder desarrollar el entendimiento objetivo e incisivo del acontecer nacional, se echó por la borda, al país adoptar esquemas de enseñanza ¨globalizantes¨ y sepultar el sistema Hostosiano de enseñanza básica completa, con sus escuelas normales.
Estas escuelas, desarrollaban el conocimiento crítico y constructivo del alumno; inclusive, el bachiller graduado podía enseñar hasta el séptimo grado de primaria. En otras palabras, la cantera y oferta de educadores estaba garantizada. Hoy día: ¡BURUNDANGA!
Lo anterior, se ha convertido en una cotidianeidad muy peligrosa, donde el afán de lucro es el nuevo paradigma de la juventud.
La laceración que se infligió a la educación básica dominicana no tiene perdón de Dios. Creó una estructura anquilosante para la enseñanza superior. De ahí que, los estudiantes avanzan hacia ella con enormes lagunas en el dominio del lenguaje articulado y la capacidad cognoscitiva aplicada a las ciencias naturales. Mas de una decena de pruebas PISA así lo demuestran.
Muchos centros de educación superior tienen que invertir ingentes recursos humanos y económicos para ¨nivelar¨ a estos ingresantes, proceso que puede durar hasta dos años. Esta precondición solo deja escasamente un par de años, más o menos, para completar su compromiso curricular de la profesión. En casos excepcionales, este compromiso curricular puede extenderse de cuatro a seis años.
Oto aspecto que resulta altamente preocupante es la falta de retroalimentación entre los modelos educativos dominicanos y el entramado empresarial criollo. La transversalidad que debería existir entre la demanda y oferta de capacidades para la industria solo ha experimentado tímidas iniciativas auspiciadas por los gobiernos de nuestra sinuosa existencia republicana.
Esta retroalimentación es de vital importancia para garantizar una fuerza laboral proactiva y eficiente. El Estado dominicano está obligado a incentivar una actividad curricular que garantice la inserción del estudiantado dominicano al tren productivo nacional.
También, los centros de formación profesional deben de fomentar esta transversalidad acercándose, con una oferta de servicios de investigación, que incida en aquellas áreas neurálgicas del aparato productivo nacional. No todo se le puede dejar al estado dominicano. La sindéresis y el sentido común deben prevalecer ante el gremialismo irracional y oportunista, que hoy todavía prevalece en nuestro sistema educativo nacional.
Dan/Sfd