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Por Darío Nin
05 08 2023
De la obra de Marshall Rosenberg extraigo un fragmento en donde el autor recoge la canción de Ruth Bebermeyer, en la cual a su vez se establece un contraste entre el lenguaje estático y el de proceso.
El autor citando a Wendell Johnson, experto en semántica, nos dice que éste señala que, “nos creamos muchos problemas al usar un lenguaje estático cuando queremos expresar o captar una realidad que cambia constantemente: «Nuestro lenguaje es un instrumento imperfecto creado por hombres ignorantes que vivieron hace mucho tiempo. Es un lenguaje animista que nos invita a hablar de cosas estables y constantes, de similitudes, normalidades y tipos, de transformaciones mágicas, curaciones rápidas, problemas simples y soluciones definitivas. Pero el mundo que intentamos simbolizar por medio de este lenguaje se encuentra sujeto a un proceso, al cambio, a diferencias, dimensiones, funciones, relaciones, crecimientos, interacciones, desarrollo, aprendizaje, enfrentamientos y complejidades. Y el desacuerdo entre nuestro mundo constantemente cambiante y ciertas formas de lenguaje relativamente estáticas forma
parte del problema»
le invitamos a escuchar en la quietud de la reflexión las letras de la canción:
Jamás he visto a un hombre perezoso;
sé de uno a quien nunca vi correr,
y sé de otro que a veces dormía
entre el almuerzo y la cena
y que se quedaba en casa cuando llovía;
pero no era perezoso.
Antes de llamarme loca,
piensa un momento:
¿Era un perezoso o
sólo hacía cosas que consideramos
“de perezoso”?
Jamás vi a un niño tonto;
vi a uno que a veces
hacía cosas que yo no entendía
o que no eran como yo lo había previsto;
vi a un niño que no había visto
los mismos sitios donde yo estuve,
pero no era un tonto.
Antes de llamar tonto a un niño,
párate a pensar, ¿era un niño tonto, o simplemente
conocía cosas diferentes de las que tú conocías?
Aunque he mirado mucho,
nunca he visto a una cocinera;
he visto a una persona que mezclaba ingredientes
que después comimos;
una persona que encendía el fuego
y vigilaba la carne mientras se cocía.
Esas cosas sí las he visto, pero no a una cocinera.
Dime, ¿es a una cocinera a quien ves,
o a una persona que hace cosas que llamamos cocinar?
De aquél a quien algunos llaman perezoso,
otros dicen que está cansado o que toma las cosas con
calma.
De aquél a quien algunos llaman tonto,
otros dicen que sabe cosas diferentes.
He llegado, pues, a la conclusión
de que, para evitarnos confusiones,
es mejor que no mezclemos nunca lo que vemos
con lo que opinamos.
Porque tal vez tú lo hagas, quiero también decir;
sé que eso es tan sólo mi opinión.
Al pie de estas letras Marshall B. Rosenberg apuntala: “Aun cuando los efectos de etiquetas negativas como «perezoso» y «tonto» sean más evidentes, incluso las etiquetas positivas o aparentemente neutras como «cocinera» limitan la percepción de la totalidad de una persona”.
Apuntes tomados del libro sobre “Comunicacion No violenta.El lenguaje de la Vida”
Dan/Sfd