Necesidad de otros horizontes económicos, Mi propia cosecha
Por Dario Nin
Por los bajos salarios de los maestros para ese entonces, tuve que migrar a estudiar derecho, muy a pesar de mi vocación y entrega al magisterio, pues, confieso que aún hoy sigue siendo mi pasión.
Nunca olvido mi reflexión al respecto. Mis recursos siempre fueron súper limitados y quizás eso, fue el motor que me impulsaba a querer ser de los primeros estudiantes.
En toda mi vida de estudiante, por lo menos, después del tercer curso (esa es otra historia). al no poder sentirme cómodo con mi situación ya que, siempre me faltaba algo. Si tenía buenos los zapatos, el pantalón ya estaba “saltacharcos” (ya no le quedaba al tamaño) o me faltaba la camisa, en fin, nunca sentí la satisfacción de estar completo,
pero esa impotencia me llevaba a asegurarme que yo, con la ayuda de Dios, haría que eso cambiara y veía en los estudios esa posibilidad por lo que me dedicaba con la fuerza que da la esperanza, a estudiar y estudiar.
Atribuyo a eso también mi posicionamiento como buen estudiante, pués si no era el primero en la clase, estaba peleando por el puesto.
La escuela normal en donde estudié, tenía la modalidad de semi internado, o sea, en ella pasábamos todo el día y nos íbamos a la casa al finalizar la tarde.
Allí nos servían la comida del medio día y una merienda, si mal no recuerdo. Además, nos daban un mínino en efectivo para que nos ayudáramos con el pasaje cada mes.
Bien…, lo que aquí deseo destacar, es que, lo que me motivó a reflexionar sobre abandonar el magisterio y migrar al derecho, fue lo poco para lo que me alcanzó mi primer sueldo o salario.
No sé si fui “chapeado,” pero mi historia es jocosa. Se la cuento brevemente: “en la escuela permanecíamos dos años completos, todo el día, como ya les conté. Cuando pasé a segundo año, entró una joven al primero que me flechó desde que la vi y los compañeros empezaron a azuzármela, tal vez porque era muy obvio mi interés en ella.
Me parecía que de alguna forma yo era correspondido, pues hubo acercamiento, pero nada se concretizo (para entonces rondaba mi edad entre ´dieciséis a diecisiete años).
Mi súper precariedad me frenaba constantemente, ella era de clase media, su padre inclusive era dueño de un colegio, yo no tenía más que el polvo del camino, por eso jamás me acerqué con intención que realmente me comprometiera, me condené a “sufrir de amor callado”.
Años despues identifico varias menciones de la canción “Me enamoro de ella” de Juan Luis Guerra con mi situacion de entonces.
Cuando cobré mi primer sueldo como maestro, me dije: por fin, llegó el momento en el que sí puedo invitar a mi enamorada a un restaurante. ¡Y puse manos a la obra!
Traía todo mi sueldo conmigo, “hoy me iba a explayar”, por fin podía gritar “yo también puedo”. Efectivamente, llamé a la joven, quien me dijo que sí que aceptaba mi invitación a una pizzería, pero me dijo al momento de hacerle la invitación, que estaba su hermana a su lado y que esta quería pegarse (auto invitarse). Muy a pesar de mí, y para demostrar lo “esplendido” que era, acepté “gustoso”.
Llegado el día y llegando a su casa, me encontré que además de la hermana en la casa estaba una prima, quien empezó a reclamar que por qué la dejaba a ella.
Supiste… ¡Qué maravilla Goyo, que maravilla! Ahora, tres van conmigo a la pizzería, dos pizzas se compraron, más una para la madre de la susodicha, estas más la cerveza y los refrescos, se convirtieron en los asesinos premeditados de mi salario de un mes. ¡Quedé sin el pasaje!
12 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. (G.12:1-2)
Deduzcan ustedes mi reflexión: ¿Cómo, podía con el salario de maestro mantener un hogar y una familia? La realidad minó mi vocación, alejándome de mi pasión, el ser maestro. No tuve la fuerza del maestro de Patxi Andión “El Maestro”