No agregues eslabón a la cadena de odios.
Por Darío Nin
Lo de acontinuación es un fragmento del libro “Persona y Actitud de la autoría del Dr. Darío Nin
“Hay otra anécdota que debo contarles, esta sucedió después de aproximadamente un año de ser designado Adjunto al procurador Fiscal del Distrito Nacional
Una señora, vecina de mi madre, acude a mí, en mi condición de fiscal, para que le ayude en la solución de un problema legal que tenía uno de sus hijos.
Después de haberla escuchado, me di cuenta que no estaba en mi capacidad ejecutiva solucionar el problema que me relató y que no contaba con las conexiones para pedirselo a quienes pudieran ayudarle.
No obstante, es muy duro despedir a una madre con un sólo “lo siento, yo no puedo ayudarle”. Aunque intenté explicarle el por qué no estaba en mis manos; leía en su mirada un “No quiere ayudarme”.
Al ver que la explicación no le convenció le dije: “mire, aunque no está en mis manos ayudarle en eso, bajaré al lugar y hablaré con quien tiene esa decisión y veremos qué pasa. Si le parece bien nos vemos allá mañana a tal hora”. (no recuerdo exactamente la hora de la cita)
Acordada la hora y el lugar y llegado el momento, ahí nos vimos. Entramos juntos al lugar en donde calificarían el expediente y hablé con la Magistrada encargada, quien en ese momento se encontraba adjunto de un juez de instrucción.
Me identifico, ella me escucha sin levantar la cabeza para verme y cuando expongo, la juez de instrucción que alcanzó a oír mi exposición expresó como dejando salir su pensamiento: “que pechú”, “que flema” (1). La fiscal siguió haciendo lo que estaba haciendo sin inmutarse ante lo que le explicaba.
La sensación que recibí fue la que se recibe cuando se siente vergüenza ajena, pero en mí mismo, es como si dijera tierra ábrete. Yo no estaba más que intentando ayudar a esa madre, pero tanto una como la otra entendieron (pienso yo) que yo estaba gestionando un supuesto favor, cuando en realidad estaba gestionando resolver un caso con el que me estaba lucrando
Salí de allí, juzgado y desconsiderado, con la mirada de auto culpa de la madre a quien pretendí ayudar. Solo atiné a decirle: “se dio cuenta, que lo que le dije ayer, es cual le dije”. Ella justificó y se excusó.
A la fecha no recuerdo ni siquiera quien fue. Sólo recuerdo que me dijo que era amiga o vecina de mi madre. Esa señora se llevó consigo la seguridad de que hice el esfuerzo por ayudarle, a riesgo, como sucedió, de una desconsideración de mis “pares”.
Pero la vida da vueltas. Unas semanas después, nombran un nuevo fiscal titular y me requirieron del Despacho de dicho funcionario.
Los abogados amigos del nuevo procurador titular, que, a su vez, me conocían, le hablaron de mí y de mi comportamiento como profesional.
El Magistrado, a quien nunca le había visto cuando me entrevistó me expresó que yo tenía fama de serio y que quería que le dirigiera un Departamento.
Precisamente el mismo en donde unos dias antes había salido desconsiderado, pues la que estaba en ese lugar había sido cancelada y yo pasaba desde entonces a ocupar su lugar.
No creo que habían pasado quince días, cuando mi colega, ex fiscal se presenta a mi despacho, ahora como abogada en ejercicio o litigante. Al verla, yo recordé el episodio; creo, que ella también.
Para cualquiera, habría llegado la hora de la venganza, la sabrosa y dulce venganza, el frotar las manos, y él ahora es…, sin embargo, mi reacción fue en sentido totalmente opuesto.
La traté tan bien, con tanta distinción y deseo de servirle que el colega contrario a ella en la gestión, manifestó públicamente que yo mostré demasiada complacencia con mi compañera, la ex fiscal.
Despues de este incidente, en los próximos años. no volvimos a tener ningún roce, pero años despues yo renunciaba de mi puesto por razones personales y ella era nombrada en la Corte (grado jerárquicamente superior)
Me tocó volver ahora donde ella como abogado en ejercicio y desde entonces el trato que hacia mi exhibe, es exquisito, amable y hasta “preferente” diría yo.
En el momento en que decidí renunciar a vengarme, rompí la cadena de odio. De haber agregado otro eslabón de odio con mi venganza, obtendría un triunfo momentáneo, que luego se convertiría en “un trago amargo en la Corte” y que muy probablemente se extendería por el resto de nuestras vidas.
Ella siguió en su carrera de Ministerio Público. Llegó a las más altas instancias, aunque no como la principal, pero manejando altas cuotas de poder, yo no seguí en la carrera.
Veinticinco años despues, me hizo el último gesto de simpatía, mi hijo que recién terminaba la carrera de medicina que al mismo tiempo era monitor de la universidad en donde estudió, tenía la necesidad de hacer pasantía en un lugar que no fuera tan riguroso, y que le permitiera la docencia y ella contribuyó para que consiguiera el lugar.
Si se rompe la cadena de odio, se destierra “el complejo del cadete””
Nos volveremos a ver en el camino. Hasta la próxima . Bendiciones…
Dan/Sfd 02/11/2023