La policía como garante de la Dignidad Humana y el oportuno servicio

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La policía como garante de la Dignidad Humana y el oportuno servicio.

Por Erogue Rosario Fortuna .

Una mañana cualquiera del mes de febrero mientras salía del Altar de la Patria en donde depositamos una ofrenda floral en honor a los patricios.  Frente a la Puerta del Conde mis ojos pudieron observar una señora que lucía perturbada y confundida estacionando su vehículo de manera incorrecta casi en medio de la calle, a la vez que vociferaba desconsolada y en un lenguaje poco entendible

¿Dónde está mi madre?,  ¿Dónde está mi madre?,  ¿Dónde está mi madre?, la cual había dejado en la intersección Palo Hincado con calle Conde. Por lo que al verla tan frágil y desconcertada se despertó en mí ese deber de proteger y servir que debe exhibir cada agente policial,

Procedo de inmediato a calmar la señora, con  palabras de aliento tales como: no se preocupe, todo saldrá bien, la encontraremos.

Usando nuestra figura de autoridad detuvimos el tránsito para evitar que dicha señora sea atropellada por algún vehículo ya que en su estado se encontraba en condición de alto riesgo.

En ese momento pasaba otro agente policial por el lugar, así que le solicité su colaboración para dar con el paradero de la  señora madre extraviada.

Así fue como en nuestra condición de agentes protectores y garantes de  los Derechos Humanos y la dignidad de las personas,  hicimos empatía con su causa e iniciamos la búsqueda.

Momentos después visualizamos a la distancia , en la avenida Mella esquina Palo Hincado, cercano al cuartel General del Cuerpo de Bomberos del Distrito Nacional, una señora de diminuta estatura y de tez clara que correspondía con las características de la madre extraviada.

Fue conmovedor ver como la hija estalló de felicidad al reencontrarse con su señora madre dándole besos y abrazos de forma continua.

Esta narrativa es una historia real que nos lleva a reflexionar sobre esa parte humana que debe caracterizar a cada agente policial en el desempeño de sus deberes, manteniendo siempre nuestra autoridad, pero poniendo de manifiesto el respeto a la dignidad de las personas, sin importar la raza, credo o condiciones desfavorables en que se encuentre.

También es propicio resaltar la abnegación de esta hija por su madre, la cual trae a mi memoria el perenne amor filial que el rey de Macedonia, Ale­jandro Magno, le profesa­ba a su madre Olimpia de Epiro, cuando al leer una carta recibida de Antipatro quien gobernaba en su ausencia en macedonia, Alejandro exclamó: “Antipatro es un buen gobernante, pero desconoce que una sola lágrima de mi madre puede hacerme olvidar todo lo que me escribe en esta carta”.

Este es el sentimiento que debe albergar cada hijo por su madre, ya que una madre lo es todo y representa el amor más parecido al amor de Dios.

Escrito por: coronel Erogue Rosario Fortuna, P.N., Comandante de Departamento de Doctrina.

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