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LA MOFETA EN EL ROSAL
Por Jenny Matos
USA 01 de junio 2024
En un jardín privado una tarde de primavera las rosas estaban más radiantes que nunca, emitían una fragancia a perfume cautivador. Entre tanto, una pestilente mofeta que habitada en los alrededores del fangoso pantano apareció en escena.
Olfateaba con su negra nariz alrededor de las flores.
Estiraba su cuerpo alargado y bicolor en el rosal, destrozando con su peso los suaves pétalos de las rosas, las cuales empezaron de defenderse de los ataques clavándoles sus espinas; el zorrillo dio un salto por los picores de las púas filosas y le espetó:
— ¿Por qué me pinchan con sus espinas?
Y las rosas molestas y resoplando su fragancia para mitigar el fétido olor del animal le expresaron con rabia acalorada:
—Porque nos estas destrozando con tu cuerpo pesado, ¿Por qué te frotas entre nosotras?
Se le subieron los colores al rostro al animal por la vergüenza de sentirse invasor y con voz tímida comentó:
— ¡Hoy tengo una cita con mi chica y quería oler bien! En mi naturaleza pestilente, entendí que lo contrario a mi característico olor eran ustedes, por su naturaleza aromática. Así que, vine aquí a mitigar mi olor podrido y así impresionar con el perfume que obtendría de ustedes en mi cita.
Cuando la dueña del jardín salía a recoger algunas rosas para decorar su mesa vio al zorrillo y se llevó tremendo susto, dando un brinco gritándole despavorida a su marido para que busque la escopeta y matase al animal.
— ¡Cultiva tus propias rosas!, decía las rosas furiosas en el jardín al zorrino.
Las rosas miraban muy molesta a la mofeta, quien se escabullía del lugar dejando su mal olor entre las rosas destrozadas y en su peludo cuerpo llevaba un leve aroma a colonia de rosas que el viento se llevaba a su paso.
Moraleja: ¡Quien usa mucho perfume algún mal olor quiere esconder! La naturaleza no se vence destrozando los rosales en los jardines de otros. Se vence cultivando las propias rosas en el jardín interior.
Todos tenemos algo que vencer…y todos es todos. Eso que llevamos dentro, que con toda la colonia del mundo no podremos mitigar el fétido olor que emana. ¡Los cambios vienen de Dios! Él es quien cambia todo mal olor. No frotándonos contra nada ni nadie, ni destrozando a otros logramos obtener o irradiar el rico aroma de lo del cielo. Es rompiendo la vieja naturaleza que empezamos a ser seres diferentes y como flor extraña, florecer y emitir perfume hasta en medio del fango o el pantano.
Renunciar a invadir el jardín de otros, es la mejor forma de no volver las rosas pestilentes.
Jm/Sfd