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Por Darío Nin
Si tu conciencia te acusa; ven y no peques más y por fin sé libre
Un grupo de hombres actuando conforme a la ley querían hacer “justicia” a una mujer adúltera sorprendida infraganti, en el acto mismo, sin excusas o circunstancias atenuantes.
Frente a estas condiciones, en la que había sido sorprendida, irremediablemente su destino era morir bajo la fuerza del arrojamiento de sólidas piedras.
Todo parecía indicar que aquella mujer correría la suerte de muchas que en iguales circunstancia se les había juzgado y condenado Ipso facto.
Pero el malvado es maquinador y quería tomar ese delito, ese pecado, para desenmascarar a un “irrespetuoso y falso” que según sus criterios blasfemaba al decir ser Hijo de Dios.
Con esa mujer se le presentaba la ocasión perfecta y empezó la acción y la maquinación: y le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. En la ley, Moisés nos ordenó apedrear a mujeres como ésta. ¿Y tú, qué dices?»
El anzuelo acaba de ser lanzado. Sabiendo sus intenciones Jesús no respondió en el acto e hizo un prolongado silencio que inquieto aún más, a los conspiradores que frente al aparente acorralamiento en que lo tenían, insistían e insistían en obtener su parecer, su respuesta.
El derribo de los insistentes fue total, Jesús no dijo si estaba bien o mal, no cuestionó la ley , ni el acto mismo en ese momento. Acababa con esto de romperle el encuadre al grupo.
Para salvar la situación, Jesús recurre a la calidad de los acusadores. Implícitamente ordenó ejecutar lo que estableció la ley, a condición de que quien inicie o continúe la acción no haya cometido éste u otro pecado.”. él se enderezó y les dijo: «Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»”
Nadie se atrevió y fueron aleccionados en su propia reflexión de lo pecadores que eran todos y que no condenaban su pecado, pero eran raudos, prestos y veloces para condenar el pecado ajeno.
Como nadie la condenó o ejecutó la sentencia, Jesús que si podía hacerlo mostro misericordia hacia esa adúltera infraganti y le dijo: Entonces Jesús se enderezó y le dijo: «Y, mujer, ¿dónde están todos? ¿Ya nadie te condena?» Ella dijo: «Nadie, Señor.» Entonces Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno.
Pero no terminó sin la orden que le da la autoridad del empoderamiento de ser limpio y estar en condiciones de la ejecución, por lo que le dice: ”Vete y no peques más”
Para cerrar retomo el versículo 9 y las razones que tuvieron para no lapidar a la mujer.
“Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros;
Esto lo hicieron porque nadie estuvo libre, el pacado se adueñó y los hizo sus esclavos. Pero Jesús hoy no te dice “vete”, el te dice: Ven y no peque más, pues “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Si tu conciencia te acusa, Ven y no peques más… Tu pena se irá, la pena que da el pecado, pues la verdad y la luz de este mundo te hacen verdaderamente libre.
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