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Escóndetele a la Muerte … ¡Pero no tanto que la vida no te encuentre¡
Por Darío Nin
Hace años que uso una frase que cuando se lo expreso a las personas veo que reflexionan o meditan sobre ella. Siento que realmente le impacta.
La frase es : “Escóndetele a la muerte, pero no tanto que la vida no te encuentre. Esa frase se me ocurrió después que descubrí que un amigo no consumía, ningún producto que tuviera como base la leche, el motivo que tuvo fue que cuando tenia unos cinco años se intoxicó con una leche.
Desde entonces sus padres evitaron darle cualquier alimento con leche y sus derivados. Eso provocó que jamás probara un flan, un dulce, mantequilla, queso o sea, no disfrutó de las delicias de postres que tenían como base la leche.
En resumen por temor a una nueva intoxicación no disfrutó de la sabrosura de esos productos, ni de su nutrición.
Otro caso es el de las abuelas que temen que sus pertenencias, dinero, joyas o cualquier otra cosa de valor sea robada por algún nieto o familiar, lo esconde de tal manera que luego cuando lo necesita, no recuerda en donde la escondió, como hacen las ardillas con las nueces.
en base a lo expuesto y en interacción con chat GPT elaboramos un cuento que podría estar retratando tu vida.
“El avión que nunca voló” Un cuento para enfrentar tus miedos.
Santiago había soñado con viajar desde que era niño. Cuando escuchaba a sus amigos hablar sobre sus aventuras en el extranjero, las ciudades que habían visitado, las culturas que habían conocido y las personas que habían encontrado, sentía una mezcla de admiración y envidia.
Él también quería viajar, conocer el mundo, descubrir esos lugares lejanos de los que tanto oía hablar. Pero había algo que lo detenía, algo que siempre lo hacía echarse atrás: el avión.
Desde muy joven, Santiago había desarrollado un miedo irracional a volar. No era que tuviera un mal recuerdo relacionado con un accidente o algún evento traumático. Simplemente, el pensamiento de estar en el aire, suspendido en una máquina de metal a miles de metros del suelo, lo aterraba. En su mente, el avión siempre podía caer. Era un pensamiento que no podía controlar, una constante ansiedad que lo paralizaba.
A medida que pasaban los años, sus amigos y compañeros de trabajo viajaban por todo el mundo. Algunos se mudaban a otros países, otros tomaban vacaciones a destinos exóticos. Santiago, por su parte, se quedaba atrás. Siempre encontraba excusas: el trabajo, los compromisos familiares, la falta de tiempo. Pero la verdad era que su mayor obstáculo era el miedo a volar. Así, sus sueños de conocer el mundo se iban desvaneciendo poco a poco, como una ilusión que se evaporaba con cada día que pasaba.
Un día, después de un largo día de trabajo, Santiago se encontraba con su compañero de oficina, Ernesto, un hombre que parecía haber estado en todos los continentes. Ernesto le habló sobre su último viaje a Asia, donde había explorado templos antiguos, probado la comida local y hecho nuevos amigos.
Santiago lo escuchaba, intentando no mostrar su incomodidad, pero por dentro sentía una punzada de tristeza. ¿Por qué él no podía hacer lo mismo?
– “Deberías ir, Santiago”, le dijo Ernesto, sonriendo. “Es una experiencia única. Te cambia la vida. Además, los vuelos hoy en día son más seguros que nunca. Ya no hay razón para temer. Yo solía tener miedo de volar, pero una vez que lo hice, me di cuenta de que era solo un obstáculo en mi mente.”
Las palabras de Ernesto resonaron en su cabeza durante días. ¿De verdad era tan fácil? ¿Estaba él realmente dejando que algo tan pequeño como el miedo lo alejara de tantas oportunidades?
Durante años había evitado cualquier destino que implicara tomar un avión, pero tal vez era hora de enfrentar su miedo. Tal vez era hora de dejar de vivir a medias y empezar a vivir a plenitud.
Después de muchas semanas de pensarlo, Santiago decidió que iba a hacer el cambio. Reservó un billete para un vuelo a Europa, un destino que siempre había querido conocer.
La fecha del vuelo llegó rápidamente, y con ella, una nueva oleada de ansiedad. Cada vez que pensaba en el vuelo, su estómago se revolvía. Se imaginaba el avión despegando, subiendo al cielo, y su mente comenzaba a imaginar todo tipo de desastres. La idea de estar atrapado en ese espacio cerrado le parecía insoportable.
El día del vuelo, Santiago se despertó con un nudo en el estómago. Mientras se preparaba para ir al aeropuerto, sus pensamientos iban y venían como una tormenta. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si no llegaba a su destino? Pero sabía que no podía dar marcha atrás. Tenía que enfrentar el miedo de frente.
En el aeropuerto, todo parecía estar en orden. Los aviones despegaban y aterrizaban como si fuera lo más natural del mundo. Santiago pasó por el proceso de seguridad, abordó el avión, se sentó en su asiento y miró por la ventana. A medida que el avión comenzaba a rodar por la pista, su corazón latía más rápido. El miedo lo envolvía, pero esta vez decidió no dejarse controlar.
Respiró hondo y cerró los ojos, repitiendo para sí mismo que todo estaría bien y además un razonamiento lógico “a estas altura ya no estaba en sus manos hacer nada, solo confiar en Dios y en piloto que él había escogido para que conduzca ese aparato” y opto conscientemente por relajarse..
El despegue fue suave, y por un momento, el miedo de Santiago disminuyó. Estaba en el aire, flotando sobre las nubes, y aunque su ansiedad no desapareció por completo, comenzó a comprender que la idea de que algo podría salir mal era solo una creación de su mente.
Durante el vuelo, observó las pequeñas luces de las ciudades que se veían desde la ventana y se dio cuenta de lo pequeña que parecía la tierra desde arriba. La vida, pensó, era tan grande, y él estaba tan limitado en todo ese vasto mundo.
Cuando aterrizó en su destino, Santiago sintió una mezcla de alivio y euforia. Había vencido el miedo que lo había paralizado durante años.
A lo largo de los días siguientes, mientras exploraba las calles de la ciudad europea, visitaba museos, comía nuevos platillos y hablaba con extraños, comenzó a entender algo fundamental: el miedo a lo desconocido, aunque natural, nunca debe definir nuestra vida. Había pasado años construyendo una prisión alrededor de sí mismo, una prisión que solo existía en su mente. Al finalmente salir de ella, se dio cuenta de que el mundo estaba mucho más cerca de lo que pensaba.
El regreso al aeropuerto para tomar el vuelo de vuelta a casa fue distinto. Ya no sentía el mismo miedo. Había aprendido que los aviones no eran tan peligrosos como su mente le había hecho creer. Había vivido una experiencia inolvidable, y todo eso había sido posible solo porque se permitió enfrentar su miedo, dejar de lado las excusas y arriesgarse.
Santiago se dio cuenta de que a veces la vida no se trata de evitar lo que nos da miedo, sino de enfrentarlo, abrazarlo y, al hacerlo, encontrar nuevas formas de crecer. El avión que nunca voló había finalmente despegado, y con él, la vida de Santiago tomó un nuevo rumbo.
Este cuento refleja cómo el miedo a lo desconocido puede limitar nuestras experiencias y decisiones, pero también muestra cómo, al enfrentarnos a ese miedo, podemos abrirnos a nuevas posibilidades y aprendizajes. Santiago descubre que el miedo que sentía no era tan real como pensaba, y lo que temía más se convierte en el motor para vivir una vida más rica y plena.
¿Será esta tu situación? ¿Que dices…?
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