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Comentario al Evangelio del II Domingo de Pascua San Juan 20, 19-31.

Por Joaquín Núñez

Hay una palabra que recorre toda la Historia de la Iglesia, que hoy encontramos en el Evangelio que terminamos de escuchar, mejor son dos: miedo y encerrados con las puertas cerradas. Pensemos que la Comunidad de Juan, que él nos describe, es una comunidad del siglo segundo.

Una comunidad de segunda o tercera generación, que saben de Jesús por testigos que no lo conocieron, pero otros que saben por el testimonio de quien sí lo conocieron. Estamos al principio del siglo segundo, desde entonces hasta hoy el miedo y la cerrazón han sido la defensa.

No creo que descubra la Iglesia de hoy, una Iglesia llena de miedos, una Iglesia que es capaz de dudar de la pastoral del Papa, de sus enseñanzas y de su Misericordia. Ese miedo a lo largo de la Historia, nos ha hecho ir a rastras de avances que ha asumido como muchas verdades que creía que eran herejías.

Una Iglesia, una comunidad cerrada a cal y canto por miedo a los judíos. En medio de ella se presenta Jesús. El Señor estará siempre en medio de esa Iglesia, es una empresa suya “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”(Mt. 28: 16-20).

Está en esta ocasión Tomas, el que necesita meter su mano en el costado y sus dedos en los agujeros de los clavos. Su fe depende de la evidencia. San Juan lo llama “gemelo“ o “mellizo” ¿de quién? Los biblistas dicen que todos somos gemelos de Tomas.

Tenemos sus mismas dudas, queremos las mismas evidencias para creer y compartir la fe de nuestros hermanos, queremos pruebas de aquello que cree la Iglesia.
El quehacer más hermoso que encarga a la comunidad, como enviada a anunciar la Buena Noticia, es el perdón, para alcanzar La Paz, así seremos hijos de Dios.

Nuestro hermano Mellizo, como llama Juan a Tomas, el que tiene nuestras dudas, encuentra en la comunidad lo que él busca, al Señor que le presenta sus manos. Las mismas manos que devolvieron la Vida, las mismas que tocaron y curaron leprosos, ciegos y acariciaron niños, unas manos llenas de amor para mimar, para curar, para enseñar, para darse a sí mismo “tomad y comed tomad y bebed” ( Mt.26;26).

Nuestras manos ¿cómo están?, ¿para qué las usamos?, ¿para acariciar o maldecir?, ¿para indicar las injusticias, para condenarlas o indicar a quien nos necesita para atenderlo?. Para llenarlas de obras de amor y ofrecérselas al Señor gratis, a cambio de nada, sólo su sonrisa de Padre bueno; diciendo humildemente: ¡Señor mío y Dios mío!.

San Juan termina su evangelio con estas palabras…”para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.”
Que el Señor Jesús se nos manifieste y nos diga: “trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Felices pascuas a todos y todas y el Señor resucitado nos bendiga.
El Prior.

sfd 26042025

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