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Por Joaquín Núñez
Una vez oído este fragmento del evangelio de San Juan, en que todas y cada una de sus palabras tienen un sentido profundo, Jesús se presenta ante los malos pastores de Israel en el Templo en la Fiesta de la Dedicación, y no como el Buen Pastor, sino como el Pastor Hermoso, referido a su esencia divina. Es Kalos, tal y como nos lo define San Juan de la Cruz, aquel medio fraile como lo definió Santa Teresa en su Cántico:
!Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!
!oh prado de verduras
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura
y, yéndolos mirando,
Con solo su figura
Vestidos los deja de su hermosura.
Ese es el efecto que se produce cuando Jesús dice de quien se deja pastorear. Conocer a Jesús es poder cantar el “Cantar de los Cantares”, siendo con Él protagonista. “Mis ovejas conocen mi voz y Yo las conozco”.
El verbo conocer en la Biblia significa: una identidad con el otro, un ser uno con el otro en una historia compartida. Conocer y creer, en este caso, es lo mismo, en último término, que amar. San Juan de la Cruz nos transmite esa vivencia en sus poesías. No se puede decir lo que dice sin la vivencia de oír su voz, de conocer y seguir, y sobretodo, amar con el mismo amor con el que es amado. Aquí aparece el hermoso brillante de tres caras: Fe, Esperanza y Caridad.
La biología estudia la vida de todo viviente, todo volverá a la tierra. Pero Jesús, a los que enamorados le seguimos, nos da otro tipo de vida, la suya, la vida eterna. Le seguimos como hace un enamorado a su amada.
En el tratado De Gratia hay una afirmación que dice: “El alma en gracia (la persona graciosa a Dios) es esposa de Cristo”.
Cuántas veces he oído: ¡he perdido la fe! …y la Caridad y la Esperanza, añado yo. Quien conoce una vez a Jesús ya no lo olvida. Quien ha disfrutado de su Amor, no hay escándalos ni otros motivos para quitarle la Fe.
San Juan de la Cruz ,no solo los vio, si no que fue víctima de los escándalos, de la falta de Caridad, pero fundamentalmente de quienes le persiguieron. Es afirmación de Jesús, no como una posesión sino como una elección libre de quien se enamora: “no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”.
Cuando se refiere a Dios, Jesús siempre habla de su Padre. Los judíos no se atreven, su Padre en la fe es Abraham, pero a lo largo de los evangelios no nos sorprende esa llamada, nos enseña a rezar “Padre nuestro…”. Su Ser uno con el Padre y el Espíritu es una unión amorosa. Por eso ese Padre amoroso que por amor nos creó con un destino de una vida más allá de la biológica, no dejará que “nadie nos arrebate de sus manos”. Juan de la Cruz experimenta esa verdad cuando nos dice:
En mí yo no vivo ya
Y sin Dios vivir no puedo.
Pues sin Él y sin mí quedo.
Este vivir ¿Qué será?.
Mil muertes se me hará.
Pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero.
El Padre y Yo somos uno, porque el Amor, el Espíritu, es Uno. “Quien me ve a mi ve al Padre” dice a Felipe. Es la única vez que la palabra Padre aparece en evangelio y no en boca de Jesús. Quien se enamora de Jesús ve al Padre y es uno con el Espíritu Santo.
Quiero terminar con San Juan de la Cruz:
! Oh mi Dios! ¿cuando será
Cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?
Feliz Domingo IV de Pascua, dejemos que Jesús nos conozca y le sigamos, su vida es garantía de la nuestra.
El Prior de la Sangre
SFDJNME08052025