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Por: redacción Sinfronterasdigital.com (APM)
En los últimos tiempos, ha sido notoria —y preocupante— la imagen de militares apostados en puestos de chequeo, inmersos en sus teléfonos celulares mientras descuidan su entorno y, con ello, su misión esencial: proteger la seguridad nacional y garantizar el orden público.
Este fenómeno, que podría parecer inofensivo a simple vista, reviste una gravedad que no podemos pasar por alto. El uniforme militar no solo representa autoridad; representa confianza, vigilancia, compromiso. Un soldado que pierde contacto visual con su entorno para enfocarse en una pantalla, reduce drásticamente su capacidad de respuesta ante cualquier eventualidad, sea una amenaza, una infracción o una emergencia.
El uso irresponsable del celular en puntos de control o en misiones de patrullaje no solo pone en riesgo la vida del militar, sino también la de sus compañeros y la ciudadanía. En cuestión de segundos, una situación puede salirse de control, y la distracción puede significar la diferencia entre prevenir o lamentar.
Este llamado no es una crítica destructiva, sino una exhortación sincera. A nuestros valientes hombres y mujeres en uniforme: el deber no admite pausas. Sabemos del sacrificio que implica su rol y reconocemos su valor, pero es vital que cada segundo en servicio se honre con vigilancia plena y sentido del deber.
A la superioridad militar, corresponde establecer y reforzar mecanismos de supervisión constantes y efectivos. No basta con reglamentos escritos; se necesita una supervisión activa, formativa y correctiva. Es necesario hacer sentir la presencia del mando y promover una cultura institucional que privilegie la concentración y el profesionalismo sobre la distracción tecnológica.
Así como se exige disciplina en el porte del uniforme o en el saludo militar, debe exigirse también una actitud de alerta constante en cada puesto de control, patrulla o retén. La seguridad del país no admite descuidos, ni segundos de distracción.
El celular no es el enemigo. De hecho, bien utilizado, puede ser una herramienta valiosa para coordinar operaciones, recibir informes o reportar incidentes. Pero cuando se convierte en entretenimiento durante el servicio, su uso deja de ser herramienta para convertirse en amenaza.
La patria espera más. La ciudadanía espera más. El uniforme exige más. Que cada militar en servicio recuerde que detrás de cada puesto hay una expectativa de protección, una misión que cumplir y una vida —la propia y la ajena— que depende de su enfoque.
No bajemos la guardia. Ni la mirada.
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