Eco de la voz de un hombre que hasta hoy no conozco.

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Eco de la voz de un hombre que hasta hoy no conozco, en resonancia del articulo MANIFIESTO DE UN HOMBRE QUE CUMPLE SESENTA Y TRES AÑOS de Marino Berigüete.

Por: Darío Nin

Hoy no es una fecha cualquiera. Bordeo los sesenta y tres, como él. Y como él, me siento urgido a escribir. No por costumbre, ni por nostalgia, sino porque no escribir sería traicionarme. Este texto no nace de la imitación, sino de la resonancia. Es el eco de una voz desconocida que, sin embargo, me resulta íntima. La de Marino Berigüete, a quien no conozco personalmente, pero cuyas palabras me reflejan, me interpelan y me comprometen.

He sobrevivido a muchas muertes pequeñas: sueños aplazados, lealtades rotas, promesas incumplidas. Y sin embargo, como él, sigo de pie. Sigo creyendo que servir tiene sentido. Que la dignidad no es una carga, sino una brújula. Que aún vale la pena hablar, aunque duela. Y seguir, aunque cueste.

He sentido la tentación del silencio, pero el silencio pesa más que las heridas. He caminado por pasillos donde la dignidad se mira con sospecha. He dicho verdades que incomodan, he renunciado a beneficios que otros llaman “oportunidades”. Porque aprendí que el respeto propio no se negocia. Porque no quiero ser parte del paisaje que aplaude todo, ni del coro que repite consignas sin pensar.

En esta patria mía —nuestra—, he sido testigo del deterioro institucional, de la mediocridad premiada, del mérito convertido en amenaza. Y sin embargo, no me resigno. Como él, creo en la política, pero en la política que transforma, no en la que se disfraza de espectáculo. En la que siembra, aunque tarde en florecer.

He vivido momentos de oscuridad. Momentos en los que disentir era peligroso, en los que pensar distinto era motivo de persecución. Y por eso, precisamente por eso, no puedo callar ahora. Porque la voz que se gana con lucha no se entrega por cansancio. Porque rendirse sería admitir que ya nada vale. Y yo no estoy listo para eso.

Como él, he escrito en silencio. He trabajado detrás de escenarios que otros ocupan. He formado, acompañado, sembrado. Y cuando algún joven me dice “gracias”, siento que no todo está perdido. Que aún hay esperanza. Que aún se puede.

Como él, valoro la amistad sin cálculo, la lealtad sin intereses, el afecto sin contratos. Y si he tenido pocos amigos, han sido suficientes. Porque los que están cuando no hay nada que ganar, lo dan todo sin pedir nada.

También yo he asesorado sin firmar. También yo he orientado sin figurar. Porque creo que el país necesita ideas más que nombres, coherencia más que ruido, convicción más que estrategia.

Hoy más que nunca creo que hay batallas que no se libran para ganarlas, sino para no volverse cómplice del desastre. Y que este país —con todas sus heridas, con todos sus pesares— sigue valiendo el esfuerzo

A quienes me han querido fuera del camino, les digo lo que él dijo: estoy aquí. No por testarudez, sino por convicción. Porque aún creo. Porque aún espero. Porque aún lucho.

Este texto no es mío del todo. Es un eco. Pero también es una respuesta. Es mi forma de decir: Marino, no estás solo. Tu voz encontró eco en la mía. Y si somos dos, tal vez seamos más. Y si somos más, tal vez aún haya patria.

Nos volveremos a ver en el camino. Hasta la Próxima . Que Dios nos continúe bendiciendo!!!

DANSFDSVRL20072025CIA

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