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Por: Darío Nin
La Bandera Nacional no es un adorno ni un simple paño de colores. Es la República hecha símbolo: memoria, sacrificio y unidad. Por eso hiere verla descolorida, raída o maltratada en fachadas públicas, escuelas, cuarteles, ayuntamientos, plazas, empresas privadas y monumentos. El sol apaga el rojo bermellón y el azul ultramar; el viento deshilacha los bordes; el descuido completa la afrenta. Y lo peor: todo eso es evitable si hay voluntad y planificación.
Desde 2019, la Ley 210-19 estableció reglas claras para el uso de nuestros símbolos patrios. No hay ambigüedades: usar una bandera rota, desfigurada o descolorida es un acto de irreverencia. También lo es alterar sus colores oficiales o colocar un Escudo distinto al vigente. Y si hablamos de responsables, la ley va directo al punto: los encargados de ministerios, direcciones, dependencias, oficinas privadas, monumentos y plazas responden por el estado y el uso correcto de las banderas que izan. No vale el “no me enteré”. Nadie puede alegar su propia falta.
Nos volveremos a ver en el camino. Hasta la próxima. Que Dios nos continúe bendiciendo!!
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